1 de abril de 2011

Editorial (Núm. 184, abril-junio 2011)

Toma de Posesión en la Unidad
UPN 095 Azcapotzalco

Se están produciendo cambios en la UPN Unidad 095 Azcapotzalco. Nuestra querida directora Mtra. Juana J. Ruiz Cruz entrega la estafeta a la Mtra. Nancy V. Benítez Esquivel, después de un proceso de elección democrático y ejemplar. Despedimos con mucho cariño a la Mtra. Juanita y le agradecemos su gestión durante más de 5 años llenos de logros, de resolución de problemas e intenso trabajo tanto académico como administrativo.

Por otro lado, felicitamos a la Mtra. Nancy por su nombramiento, ratificado por las autoridades de la Universidad Pedagógica Nacional, y confiamos en que su dirección será  muy productiva y satisfactoria.    

En esta edición incluimos los discursos que se expresaron en la Ceremonia de Graduación de la Décima Generación de la Maestría en Educación Ambiental realizada el 5 de marzo en el auditorio Lauro Aguirre de la Benemérita Escuela Normal de Maestros, días después de la toma de posesión de la nueva directora de nuestra unidad.  De este modo, aparecen los significativos mensajes de Nancy V. Benítez Esquivel; Armando Zamora Quezada, representante de la Generación graduada; Miguel Ángel Arias Ortega, padrino de la generación y Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, coordinador de la Maestría.

Además incorporamos un artículo sobre el tema de competencias tan relevante en el ámbito educativo de Edna Marcela Barrios Gómez, titulado Las competencias profesionales básicas del docente.

Finalmente, presentamos un ensayo de Mishel Yadira Martínez Gómez, egresada también de la Décima Generación de la Maestría, titulado Autoritarismo vs Educación ambiental.

Décima Generación de la Maestría en Educación Ambiental

La educación ambiental como invocación del espíritu humano

Nancy Virginia Benítez Esquivel



Para la Décima Generación de la Maestría en Educación Ambiental, con gratitud, confianza y respeto.

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
MS

Hace diecisiete años, siendo una novata maestra y directora de una escuela rural en San Miguel de Allende, imaginaba  la posibilidad de continuar mis estudios. Este sueño fue siendo posible cuando un domingo de visita a la casa de mis padres, mi papá me dijo: “mira, salieron las maestrías de la Pedagógica”. La que llamó mi atención, además de ser la más cercana a la casa paterna fue la de educación ambiental, decidí por ella gracias a los rudimentos adquiridos en esta casa de estudios, la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, de la que egresé en 1992, y en la que tuve una brillante maestra de esa asignatura: “educación ambiental”.

El día que la convocatoria indicaba como el primero para recibir documentos de aspirantes, ahí estaba yo, frente a las puertas de la Unidad 095, en ese tiempo ubicada en Lago Bangueolo y acompañada de mi hermana Rachel, esperando a que abrieran. Había decidido faltar a mi escuelita de Guanajuato para hacer este trámite y la puerta estaba cerrada. Pasó por ahí una buena persona que se apiadó de nosotros y nos dijo que no abrían los lunes. Tuve que sacrificar otro día de labores, en el que además estaba programada una junta en la supervisión. Entregué mis documentos sin problema, pero con la novedad de que mi escuela se quedó sin los arbolitos que dieron en la junta.

La entrevista fue toda una experiencia, pero el curso propedéutico que siguió lo fue aún más. Hace mucho tiempo de eso, pero recuerdo muy bien una escena que me gusta mucho contar: a partir de una lectura de Bachelard y de los comentarios que como grupo vertíamos sobre la modernidad y el relativamente joven discurso científico, el Maestro Tonatiuh planteaba que en la Edad Media había una respuesta para todas las cosas y esa respuesta era Dios. En la modernidad, esa verdad pasaba a ser lo humano. Las obras del Renacimiento más importantes son la Mona Lisa de Leonardo y el David de Miguel Ángel... otro pensador moderno que ya no recuerdo dijo que el hombre es la medida de todas las cosas y, seguía más o menos el planteamiento, la ciencia es ese ejercicio de la razón por el que la humanidad se aproxima a la verdad, poniéndose por encima de lo demás. Claro que, con la teoría de la relatividad de Einstein, la cosa es distinta. ¿Preguntas? Mi mano se estiró como si tuviera un resorte y de mi boca salió un “¿Qué sigue?”, “¿Cómo? preguntó el maestro “Sí, sí, si en la Edad Media era Dios y después fue el hombre, ahora, a partir de Einstein ¿qué sigue?” Con un poco de fastidio mis compañeros me reprendieron diciendo que él no se dedicó a eso, pero el maestro, conductor del curso y fundador de la Maestría me miró a los ojos y me dijo: “la espiritualidad, y es lo que vamos a construir”. Esa sencilla y contundente respuesta fue suficiente para que yo supiera que estaba donde tenía que estar, que esto es lo mío, que a esto sí quiero jugar. Esta fue y ha sido mi promesa.

Hoy, a tantos años del hecho y durante este trayecto, sé que valió la pena pedir permiso en mi plaza para estudiar la Maestría en Educación con campo en Educación Ambiental. Incluso valió la pena ir a renunciar a ella cuando, después de concluir los estudios, en 1996 el maestro Rincón me había ofrecido cuatro horas para fundar la efímera pero encantadora subsede de Cuautitlán, al lado de Lulú Márquez, Lupita Jiménez y mi gran maestro y Amigo Armando Meixueiro. Ya estando ahí, el Maestro Tonatiuh me invita a participar como adjunta en la quinta generación de esta maestría, justamente en la clase de educación ambiental, ése nuestro campo en construcción.

Comparto con ustedes estos recuerdos porque considero que hemos dado rienda a la promesa y hemos participado en la construcción del campo. De hecho, si me permiten, quisiera plantear que percibo que el campo de la educación ambiental se encuentra en el umbral de una nueva revolución parcial. En mi tesis de grado he propuesto que la educación ambiental ha vivido dos revoluciones hasta el momento: la que da origen al campo y la que se da partir de asociarlo a la sustentabilidad. Hoy me atrevo a pensar que la tercera revolución parcial se cimenta en la inclusión, en el reconocimiento y la recuperación de saberes ancestrales y de prácticas cotidianas así como en la necesidad de ‘hacer’ para dar sentido al ‘conocer’.

Una importante ola de agentes, que no se ha conformado con el planteamiento de que la educación ambiental debe apuntar hacia el desarrollo sustentable, sino que ha asumido el cometido de vehicular la sustentabilidad, se ha arriesgado a profundizar la idea de que el ambiente no es la naturaleza, sino la interacción entre ésta y la humanidad. No es que importe más la naturaleza, no es que importe más el ser humano. Lo que importa es que están relacionados, que interactuamos constantemente y que lo hemos hecho siempre. Esta interacción se transforma según el espacio geográfico y el pensamiento de la época, y por tanto es de carácter cultural. Si la crisis ambiental, civilizatoria es el efecto complejo de la imposición y el exceso del pensamiento moderno, hecho industria y ciudades, entonces el camino de la sustentabilidad se encuentra fuera de esta esfera y podemos ir a buscarla. No precisamente buscarla, sino encontrarla en cosmogonías y formas de vivir que aún se califican como barbarie, como ignorancia, como pobreza, como retraso, como subdesarrollo.

No sé bien si esta revolución es comandada por Lucie Sauvé, como una brillante luz que cuestiona la idea del desarrollo sustentable tan adoptado por occidente y por la ONU. No sé bien si es el pensamiento latinoamericano que, desde sus visiones liberacionistas constantemente recurre no sólo a su pasado indígena, sino también a su presente. No sé bien si es el reposicionamiento de África ante nuestros ojos o el ascenso del saber oriental, o si es el hecho de vivir en una globalización que acerca a las distintas partes del mundo para bien y para mal. Lo que sé es que en el II Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas académicos de Educación ambiental celebrado el pasado octubre en Teapa, Tabasco, una maestra de la Universidad Intercultural propone enseñar biodiversidad en el mercado de Villahermosa, Rodlfo López, caminante apasionado de la educación comunitaria está logrando que una universidad poblana reconozca en una ceremonia los saberes y oficios construidos fuera de la universidad. Con estos dos breves ejemplos entre muchos otros expuestos en ese evento, comparto con ustedes que en nuestro país, la educación ambiental se está haciendo realidad mucho más por la convicción de educadores que reconocen su realidad y se atreven a intervenir en ella confiando en su espíritu humano (o quizá humanizado por esta vía) aunque no cuenten con la formación en el campo, que a través de la investigación de escritorio desde la cual se quiere dictar la legitimidad. 

Sólo como dato comento que en el V Congreso de educación ambiental, celebrado en Montréal, Canadá en 2009, se plantearon como temas que dan cuenta de esta revolución: la educación sociocomunitaria, y el saber y las prácticas indígenas, que ocupaban los lugares 7 y 9 del programa. Para este año en Brisbane Australia, como segundo tema en la agenda está “Tejiendo la sabiduría del medio ambiente” que enfoca planteamientos como: espiritualidad, sabiduría en las prácticas cotidianas, conocimiento indígena, identidad ecológica, aprendizaje situado y etnopedagogía, por ejemplo.

Desde el propio punto de vista, en esta revolución parcial, hay algunas claves importantes:
    La primera es sin duda el asumir que el campo no es de quienes suponen ejercer la hegemonía y dictar las reglas. El campo no es una propiedad a reclamar, es una invitación a jugar y jugamos los que estamos dispuestos a hacerlo desde los propios saberes, preparaciones y aspiraciones. De hecho, me parece que en la tensión entre nvestigación e intervención, tendrán un mayor poder de conformación los mecanismos de tolerancia y comprensión movilizados más fácilmente por la herejía interventora que las defensas ortodoxas.
    Si yo creo que el mundo puede ser transformado a través de la educación y que es necesario hacerlo, entonces, como educador soy capaz de aventurarme a mi propia trasformación, que es quizá la única oportunidad de transformar el mundo.
    Además, esta vivencia de cambio se convierte en el más poderoso dispositivo pedagógico, pues implica el conocimiento del proceso educativo y posibilita el acompañamiento de las transformaciones de otros y otras. Este proceso conformará el corazón del capital cultural de nuestro campo.
    Otra clave, derivada de la anterior, está en reconocer que tiene mayor peso educativo el ejercicio del diálogo, la búsqueda de  empatía y la intención de comprender, que la crítica y la descalificación.
    De gran relevancia es la recuperación de la cotidianidad y de su conformación histórica, en cuyo análisis siempre está presente el modelo civilizatorio relación ambiental y la crisis, lo que permite vislumbrar las posibilidades de transformación.

En el contexto de esta revolución, me honra sobremanera la distinción que la décima generación de la maestría en educación ambiental ha tenido a bien conferirme, porque se han preparado para contribuir en la construcción de este campo.

Con mucho orgullo comento que gracias a su convicción interpeladora hemos profundizado en el proceso pedagógico, en pensar los contenidos de la educación ambiental y en las categorías de análisis de sus experiencias diseñadas, aplicadas y en proceso de evaluación a fin de participar en el diálogo espiritual que distingue a los educadores que, como ellos entregan su humilde pasión en el espacio educativo, que no siempre es el salón de clase. La promesa se actualiza. El espíritu que han forjado es el mejor anuncio para el campo y para la educación en su conjunto.

Para mí, quizá por el largo propedéutico que compartimos, además de los cursos respectivos y el taller de tesis, éste es un grupo de amigos a quienes quiero mucho y ofrezco lo que esté de mi parte para que continúen y concluyan sus trabajos porque en su caminar estará el de este programa académico, refrendando juntos la vocación de educar para transformar. 

Gracias.

La Educación ambiental es un campo que se tiene que vivir

Armando Zamora Quezada



(Discurso del representante de la X Generación de la Maestría en Educación Ambiental de la UPN Unidad 095 Azcapotzalco)


“Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡que maravilla! ¡Soy un poeta!, ¡soy un poeta importante!, ¡soy un gran poeta!
Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie y en la casa menos:
Nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón…”
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila
“El Peatón” de Jaime Sabines

Los educadores ambientales tampoco tenemos esa estrella en la frente que nos haga visibles, como dice Sabines, pero después de tres años si tenemos mayor certeza de nuestra misión educativa.
Buenos días a todos, gracias por acompañarnos el día de hoy en que el posgrado de la unidad 095 de la Universidad Pedagógica Nacional hace su decimo corte en el proceso de formación de educadores ambientales.
Tengo el honor de agradecer a todos los que intervinieron en nuestro proceso y especialmente al colegio de maestría en educación ambiental porque creyó que un grupo de profesores podría hacer la diferencia en una época de crisis planetaria. En nombre de la décima Generación de este programa académico voy a dirigirles unas palabras que dan cuenta de la formación integral de casi tres años que provocó que adoptáramos a la educación ambiental como una nueva forma de vida.
Todo comenzó con la primera junta de información sobre esta maestría que se dio en un salón como para 20 alumnos y que al final se convirtió en espacio para más de 100 aspirantes. Lo que de entrada nos dejó ver que esta institución no flotaba en una realidad de lujos y progreso sino que, ahora lo puedo decir, asume su postura por convicción. Recuerdo que el coordinador de posgrado de esta unidad nos dirigió unas palabras caracterizando el enfoque. Hablo de diferentes campos de conocimiento y mencionó que la parte natural que todos pensamos que estaría presente no llevaba el acento en esta formación en la que, por cierto, nos darían lo mejor que han construido para este programa resultado de más de 20 años de trabajo.
En esta junta nos dijeron que nos ofrecían solamente un diplomado y que en el trayecto se gestionaría la posibilidad de abrir la decima generación del posgrado. No sonaba muy atractivo y menos cuando mencionaron que el programa estaba en resistencia. Preparamos los documentos para la inscripción al diplomado sin muchas esperanzas de la maestría y no todos decidieron quedarse, puesto que buscaban algo más seguro.
Siendo ya solamente 70 aspirantes comenzó el diplomado con temas de ecología, economía, política, cultura, arte y otros pero siempre con la educación pegada  para explicar lo que es la crisis ambiental. Al inicio no todos entendíamos de estos temas, aún con las lecturas propuestas, ya que nuestros perfiles eran muy variados, pero poco enfocados a estos campos del conocimiento.
En el despegue, se dio un gran choque entre nuestros hábitos de vida y la vida de estudiante, ya que ponerse la camiseta de alumno después de algunos o muchos años requirió de constancia y tiempo, aspectos que estaban ocupados en otros menesteres.
Durante el diplomado se fueron retirando otros compañeros, las causas fueron diversas, pero lo que teníamos en común los que nos quedamos fue que le encontramos sentido a la educación desde una mirada distinta. En esta etapa el colegio de posgrado fue midiendo la dosis que nos inyectaba en cada sesión. El diplomado fue la primera gran dosis, que como sustancia activa tenía la experiencia de docentes convencidos de que este campo es una excelente alternativa en estos tiempos, maestros como José Luis Silverio, Armando Meixueiro y la maestra Juanita a quienes agradecemos y reconocemos su acompañamiento.
Al final del diplomado solamente éramos 50 sobrevivientes, el filtro funcionaba a la perfección, estaba quien quería y había aprendido a disfrutar de esta nueva experiencia. Para cerrar esta primera etapa, presentamos un anteproyecto en el que imprimimos nuestra huella con el peso y la firmeza alcanzada hasta ese momento del viaje ambiental. Las críticas del colegio fueron difíciles, sobre todo porque fue el primer producto que dejó ver, mejor que en cualquier examen, cara a cara y solo en tres minutos, nuestras fortalezas y debilidades.
Con esto, nos dieron el primer adiós y la noticia de que sí se abriría la maestría, pero que el cupo era solamente para 30 alumnos. Comenzó la espera para el examen de ingreso, los nervios y la incertidumbre nos invadían, fueron días de sufrimiento porque existía la posibilidad de perder el contacto con un campo que se había apoderado de nuestros intereses académicos.
Llegado el día del veredicto final para saber quienes fueron los elegidos, acudimos a la unidad en busca de nuestro nombre en las listas, solo 30 figuraban generando grandes emociones. Felicidad y asombro, negación y aceptación, en algunos molestia porque después de este diplomado vivido en el que habíamos criticado, entre otras cosas, la falta de cobertura educativa en el sistema, ese día se estaba viviendo en carne propia.
La indicación fue que comenzaría el proceso y que el examen de nuevo ingreso se presentaría en los próximos días. Al cabo de los primeros meses, olvidamos el dichoso examen, los maestros nos decían que probablemente ya no se presentaría y así fue. Seguramente nuestra inscripción sin examen fue lo más difícil de la gestión. Es increíble que lo hayan podido lograr en una época en que las pruebas estandarizadas miden los conocimientos de una persona para poder acceder a la escolaridad. Esta es una de las primeras acciones que hacen diferente a la nueva generación, la GENERACIÓN “X”.
Ya en el primer semestre de la maestría, no sentimos mucho el cambio, los temas eran los mismos solo que con mayor profundidad, poco a poco los textos a leer se fueron haciendo más grandes y complejos, pero teníamos una base que nos permitía movernos en la cancha. Tres materias, cada una con una meta distinta pero con la mirada fija en el punto en común, la educación ambiental.
Palabras como crisis de civilización, crisis ambiental, modelo de desarrollo, sustentabilidad, medio ambiente y educación se fueron oyendo cada vez más en nuestras participaciones. Comenzamos a criticar primero en lo anecdótico de nuestra práctica docente y luego poco a poco el sustento teórico se hacía evidente en los discursos. El grupo fue creciendo, la fraternidad se presentaba para sacar el trabajo adelante, el grupo se consolidaba con cada actividad que trabajamos, no había protagonismos, ni división de equipos antagónicos, había escuchado hablar de la democracia en la educación pero nunca la había vivido en una dosis aplicada tres veces por semana.
La carga de lecturas se incrementaba paulatinamente, unas veces por tarea otras por la necesidad cada vez más grande de entender para comprender. El ritmo de la escuela no dejaba decaer el ánimo y menos cuando se nutrió con las prácticas de campo.
La educación ambiental es un campo que se tiene que vivir para formarse en él. Vivir cerca del ambiente implicó visitar lugares fuera de nuestra megalópolis, convivir con personas de diferente cosmovisión fue muy formativo. Entendimos que las necesidades a las que responde la educación no se crean en un escritorio ideando cómo ayudar a mejorar a cierto grupo de personas, más bien primero debemos aprender a escuchar las palabras, los mensajes y los llamados de auxilio tan endémicos y tenues que difícilmente se perciben desde la oficina institucional.
Al principio de este proceso de formación andábamos como a ciegas, los maestros del colegio nos daban las pistas, nos decían “Aquí hay educación ambiental”, pero no podíamos verla, los veíamos atentos, centrando su mirada en aspectos que eran irrelevantes para nosotros, ¿qué veían que nosotros no podíamos ver? Era la pregunta que nos hacíamos cuando llegábamos a un lugar, leíamos un texto o veíamos una película. Era desesperante no saber qué teníamos que escribir en una sola cuartilla cuando todo el texto nos parecía importante. Comenzamos haciendo resúmenes de las lecturas, porque eso es lo que generacionalmente aprendimos a hacer, escribir nuestra opinión nos parecía un atrevimiento que podría meternos en apuros al momento de explicar en clase. Sabíamos repetir la teoría de otros, pero no producir nuestra propia teoría.
¿Qué provocó que nos atreviéramos a pensar, criticar y a escribir para proponer? Yo creo que fue la confianza y la lectura. Esa confianza que se construyó paulatinamente a lo largo de tres años en los que discutimos textos en clase, mismos que por cierto no se leen comúnmente en las escuelas formadoras de docentes. Esto con el acompañamiento del colegio fue causa de que saliéramos de nuestras zonas de confort a enfrentar a la tan temida, “hoja” o “bueno pantalla en blanco”. Una computadora que se fue llenando de letras, palabras, ideas y frases que apoyadas en la teoría configuraron los nuevos espacios a que nos enfrentamos. Asistimos a congresos, ponencias, conferencias, encuentros y para cerrar con broche de oro y comprometidos a poner en juego todo lo aprendido le dimos vida al II Coloquio Nacional de Educación Ambiental en Teapa, Tabasco. Fue un espacio en el que sin darnos cuenta, los expertos en el tema ahora fuimos nosotros, los estudiantes del cuarto semestre de la maestría, jugamos como locales aún en un estadio que no era nuestro, pero que se volvió parte de nosotros por tener el mismo objetivo en la mira: luchar contra un modelo de desarrollo neoliberal con un estilo de producción capitalista.
¿En qué momento apareció la educación ambiental en nuestro campo de visión? Considero que fue cuando aplicamos nuestros programas de intervención educativa, porque ahora, como si nos hubiéramos puesto unos lentes especiales, comenzamos a hacer comentarios sobre lo que vemos y lo que vemos son oportunidades de intervención e investigación.
La educación ambiental es un campo que tiene como objeto de estudio la transformación de las relaciones entre los seres humanos y la de estos con el medio ambiente. Nuestras intervenciones educativas ahora se insertan en este objeto de estudio, tomando en cuenta la situación como un sistema y no unicausal como lo veíamos antes, ahora el medio ambiente ha dejado de ser solamente la parte biológica o ecológica, considerando, por tanto, la esfera social, cultural y de producción. Cuatro esferas con relaciones e interacciones que permiten un acercamiento más profundo a la realidad, una realidad que como dice Paulo Freire está así… pero no es así y que hemos podido llegar a ver porque algunos educadores ambientales intervinieron en nuestras vidas.
Los educadores ambientales se caracterizan por salir de lo común, por tener un espíritu que, como lo dijo la maestra Juanita, se manifiesta en la irreverencia de sus acciones. Es por ello que finalmente, presento así a los educadores ambientales que cumplieron con creces la oferta hecha al inicio de este posgrado para una formación distinta:
Para armar las propuestas de intervención en educación ambiental fue necesario modificar nuestra práctica docente, para no seguir haciendo las mismas cosas y esperar resultados distintos. Agradecemos  a la maestra Alma Lilia por su intervención en nuestro proceso.
Nuestro país se caracteriza por su multiculturalidad, por tanto intervenir en esta esfera del medio ambiente fue posible gracias a la visión que la maestra Blanquita nos ayudó a desarrollar.
Estar al frente de un grupo permite hacer un paneo del salón. De ahí se observa desde quien si hizo tu tarea o si leyó y se ve hasta el más mínimo movimiento de los estudiantes, lo que posibilita al educador dar la orientación debida y acertada como lo hizo el maestro Oswaldo Escobar.
Cuando una persona expresa sus ideas de cambio, quien lo escucha regularmente responde con la excusa “el mundo es tan grande que una sola persona no lo puede cambiar”. Ha sido difícil aterrizar las teorías en nuestra labor educativa, pero quien en este trayecto nos brindo su calma, paciencia e inteligencia para cambiar este pretexto por la acción fue la maestra Nancy Benítez.
La vocación del maestro siempre se percibe por la pasión en el trabajo, por la puntualidad para sus clases, un buen maestro se caracteriza por querer lo mejor para sus alumnos, les exige a que den el máximo esfuerzo, un maestro de maestros es aquel que impulsa el desarrollo integral de sus alumnos  educándolos para la pregunta… y no para la respuesta, pero usar como recurso didáctico hasta una ventana para impulsarlos cuando no responden atinadamente a los cuestionamientos solamente el doctor Miguel Angel Arias.
Finalmente, con qué pregunta se les antoja que comience una clase, podría ser ¿trajeron su tarea? O ¿estudiaron para el examen? O tal vez ¿habrá ceremonia hoy? pero… quien se atrevería a comenzar una clase, en un día que para empezar es viernes por la noche, cuando de antemano sabes que la ciudad se prepara para un fin de semana de fiesta en el que además jugará la selección mexicana; a quien se le ocurre iniciar su clase, en un día que por si fuera poco es un viernes de quincena, preguntando ¿Cómo están?, ¿están contentos? Pues nada más y nada menos que al maestro Rafael Tonatiuh.
Y sobre todo hemos llegado hasta este día gracias al apoyo de nuestras familias quienes vivieron y resistieron con nosotros este camino de formación, pero no solo eso sino que además, se han sumado a esta lucha por intentar transformar este mundo, nuestro mundo. Educadores ambientales de este programa académico los invito a seguir con esta tarea de educar para transformar… Muchas gracias.

Como educadores ambientales debemos sembrar la esperanza

Miguel Ángel Arias Ortega

(Palabras en la ceremonia de celebración de la x generación de estudiantes de la maestría en edución ambiental de la upn-095)


Buenos días a todas y todos.
Estimados colegas del presídium, estudiantes y familiares.

A todas y todos ustedes estudiantes, gracias por la deferencia que hacen a mi persona y a la del Mtro. Oswaldo Escobar, para ser sus padrinos de esta, la Décima Generación de Estudiantes de la Maestría en Educación Ambiental de la Unidad UPN-095.

Gracias también por haber pospuesto este importante evento para que yo estuviera presente. Lo valoro y aprecio

Mal comienzo, decía mi abuela, porque empiezo con confesiones:
Confieso que la Palabra Padrino me es poco cercana, y por ello, me puse a investigar cuál era su significado.
Encontré que proviene del Del lat. *patrīnus, de pater, patris).
1. m. Hombre que tiene, presenta o asiste a otra persona que recibe el sacramento del bautismo, de la confirmación, del matrimonio o del orden si es varón, o que profesa, si se trata de una religiosa.
2. m. Hombre que presenta y acompaña a otro que recibe algún honor, grado, etc.
3. m. Hombre que asiste a otro para sostener sus derechos, en certámenes literarios, torneos, desafíos, etc.

Me quedo con la segunda… alguien que acompaña a otro a recibir un honor, un reconocimiento, y eso es lo que hoy en día celebramos todos juntos. El haber concluido con éxito un momento más de su formación, uno más sin duda, pero uno de gran trascendencia para su vida actual y futura, porque como se los compartí hasta el cansancio… cuando ustedes obtengan el grado… nadie jamás se los podrán arrebatar, morirán con él y será para siempre motivo de admiración para ustedes y para quienes estén a su lado.

No voy a dar un discurso, ni mucho menos un sermón… la única intención de estas breves líneas, es formularles una invitación.

Hoy en día los invito a que escuchemos, a que escuchen al “otro”, a los “otros”, a escuchar a esta sociedad que agritos nos pide que las cosas sean distintas… que ha llegado hasta el hartazgo de cargar siempre con problemas, con problemas como la violencia, la inseguridad, la codicia, el despilfarro, la corrupción, el egoísmo, el abandono y el ocultamiento. Y que con múltiples imágenes y situaciones nos ha dicho… no puedo más, aún cuando en muchas ocasiones estén cubiertas con un manto de negación e indiferencia.

Pero la invitación a escuchar no se concreta únicamente a captar sonidos, ni mucho menos a quedarnos en la pasividad, la cual tiene una gran dosis de complicidad, ¡No! Es una invitación que ante todo busca que cada uno de nosotros tenga un sentido claro y profundo, de que las cosas pueden cambiar, de que es posible un futuro distinto para todos nosotros.

Hoy en día como educadores ambientales estamos llamados a jugar un papel importante en la construcción de ese futuro, porque debemos sembrar la esperanza… soñar e imaginar que las cosas pueden ser distintas; convencer y convencernos de que el trabajo en las aulas y fuera de ellas, contribuye a construir nuevos proyectos de vida. Si no logramos eso como educadores, ya no habrá nada que lamentar, porque todo estará perdido. Recordemos las palabras del poeta: “La vida sin esperanza, carece de sentido”

¡Hoy hay que celebrar! y celebrar porque cada uno de nosotros sigue creyendo que educar y educar ambientalmente es una forma de vida, un motivo para nuestra existencia, el cual nos permite crecer, nos permite dejar en cada palabra, en cada acción, en cada detalle y en cada mirada, …. algo de nosotros.

Ser educadores ambientales no es nada fácil, nos enfrentamos también a voces estridentes, a percepciones negativas, a conocimientos equivocados, a desesperanzas, a necedades y cerrazones, las cuales provocan una profunda apatía y desconfianza en el fututo, y sepultan con ello, la posibilidad de que las cosas sean mejor y las vivamos mejor. Muchos nos siguen preguntando y se siguen preguntando ¿por qué permanecemos aquí… como educadores ambientales? Pero nuestra estancia tiene una profunda dosis de sencillez, tal como lo profesa el gran escritor y filósofo francés Blaise Pascal: “El corazón tiene razones… que la razón no entiende”.

Deseo cerrar mi intervención con un relato que leí en la presentación que hice en el homenaje a Carlos Monsiváis, el cual adquiere enorme sentido en esta importante celebración.

Imagínense  ustedes —hombre-mujer—, que formaron una familia, con sus hijos, sus hijas… pero que en un momento se encuentran con una salud delicada, su familia se reúne para estar ustedes y se acerca su nieta más pequeña, esa que es la luz de sus ojos y le dice: Abuelo-abuela…
¿Qué hiciste a lo largo de tu vida…. para que este mundo fuera mejor?


Muchas gracias.

Como educadores ambientales debemos sembrar la esperanza

Miguel Ángel Arias Ortega

(Palabras en la ceremonia de celebración de la x generación de estudiantes de la maestría en edución ambiental de la upn-095)


Buenos días a todas y todos.
Estimados colegas del presídium, estudiantes y familiares.

A todas y todos ustedes estudiantes, gracias por la deferencia que hacen a mi persona y a la del Mtro. Oswaldo Escobar, para ser sus padrinos de esta, la Décima Generación de Estudiantes de la Maestría en Educación Ambiental de la Unidad UPN-095.

Gracias también por haber pospuesto este importante evento para que yo estuviera presente. Lo valoro y aprecio

Mal comienzo, decía mi abuela, porque empiezo con confesiones:
Confieso que la Palabra Padrino me es poco cercana, y por ello, me puse a investigar cuál era su significado.
Encontré que proviene del Del lat. *patrīnus, de pater, patris).
1. m. Hombre que tiene, presenta o asiste a otra persona que recibe el sacramento del bautismo, de la confirmación, del matrimonio o del orden si es varón, o que profesa, si se trata de una religiosa.
2. m. Hombre que presenta y acompaña a otro que recibe algún honor, grado, etc.
3. m. Hombre que asiste a otro para sostener sus derechos, en certámenes literarios, torneos, desafíos, etc.

Me quedo con la segunda… alguien que acompaña a otro a recibir un honor, un reconocimiento, y eso es lo que hoy en día celebramos todos juntos. El haber concluido con éxito un momento más de su formación, uno más sin duda, pero uno de gran trascendencia para su vida actual y futura, porque como se los compartí hasta el cansancio… cuando ustedes obtengan el grado… nadie jamás se los podrán arrebatar, morirán con él y será para siempre motivo de admiración para ustedes y para quienes estén a su lado.

No voy a dar un discurso, ni mucho menos un sermón… la única intención de estas breves líneas, es formularles una invitación.

Hoy en día los invito a que escuchemos, a que escuchen al “otro”, a los “otros”, a escuchar a esta sociedad que agritos nos pide que las cosas sean distintas… que ha llegado hasta el hartazgo de cargar siempre con problemas, con problemas como la violencia, la inseguridad, la codicia, el despilfarro, la corrupción, el egoísmo, el abandono y el ocultamiento. Y que con múltiples imágenes y situaciones nos ha dicho… no puedo más, aún cuando en muchas ocasiones estén cubiertas con un manto de negación e indiferencia.

Pero la invitación a escuchar no se concreta únicamente a captar sonidos, ni mucho menos a quedarnos en la pasividad, la cual tiene una gran dosis de complicidad, ¡No! Es una invitación que ante todo busca que cada uno de nosotros tenga un sentido claro y profundo, de que las cosas pueden cambiar, de que es posible un futuro distinto para todos nosotros.

Hoy en día como educadores ambientales estamos llamados a jugar un papel importante en la construcción de ese futuro, porque debemos sembrar la esperanza… soñar e imaginar que las cosas pueden ser distintas; convencer y convencernos de que el trabajo en las aulas y fuera de ellas, contribuye a construir nuevos proyectos de vida. Si no logramos eso como educadores, ya no habrá nada que lamentar, porque todo estará perdido. Recordemos las palabras del poeta: “La vida sin esperanza, carece de sentido”

¡Hoy hay que celebrar! y celebrar porque cada uno de nosotros sigue creyendo que educar y educar ambientalmente es una forma de vida, un motivo para nuestra existencia, el cual nos permite crecer, nos permite dejar en cada palabra, en cada acción, en cada detalle y en cada mirada, …. algo de nosotros.

Ser educadores ambientales no es nada fácil, nos enfrentamos también a voces estridentes, a percepciones negativas, a conocimientos equivocados, a desesperanzas, a necedades y cerrazones, las cuales provocan una profunda apatía y desconfianza en el fututo, y sepultan con ello, la posibilidad de que las cosas sean mejor y las vivamos mejor. Muchos nos siguen preguntando y se siguen preguntando ¿por qué permanecemos aquí… como educadores ambientales? Pero nuestra estancia tiene una profunda dosis de sencillez, tal como lo profesa el gran escritor y filósofo francés Blaise Pascal: “El corazón tiene razones… que la razón no entiende”.

Deseo cerrar mi intervención con un relato que leí en la presentación que hice en el homenaje a Carlos Monsiváis, el cual adquiere enorme sentido en esta importante celebración.

Imagínense  ustedes —hombre-mujer—, que formaron una familia, con sus hijos, sus hijas… pero que en un momento se encuentran con una salud delicada, su familia se reúne para estar ustedes y se acerca su nieta más pequeña, esa que es la luz de sus ojos y le dice: Abuelo-abuela…
¿Qué hiciste a lo largo de tu vida…. para que este mundo fuera mejor?


Muchas gracias.

La educación ambiental en un coro de maestros que toma su turno en el concierto de la resistencia.

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán
 
Éste es un amor que tuvo su origen

y en un principio no era sino un poco de miedo

y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.

Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.
Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero(…)

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:

vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos

y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos

y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al lado que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.
Efraín Huerta

Honorable Presídium, Egresados de la décima generación, colegas académicos;  amigas y amigos todos, buenos días.

La finalidad última de la educación ambiental es ser un  proceso educativo y social, que a lo largo de la vida que se vaya convirtiendo en instrumento que promueva y posibilite la sustentabilidad. Colaborar a dar sustentabilidad a la vida, compartiendo desde las particulares  condiciones en las que ha surgido y desarrollado la misma  en nuestro planeta, pasando por su evolución atreves de las tiempos, geológicos, biológicos e históricos, siguiendo las especificidades de la especie humana y su desarrollo social y económico en el tiempo hasta llegar el estilo de producción y de consumo actual, conocido como capitalismo, modelo que ponen en riesgo a la vida de la especie humana y de otras del planeta.

Por lo que la educación ambiental sigue un análisis complejo, evitando sesgos e imposiciones ideológicas. Por lo que no se queda en el análisis biológico, sociológico, pedagógico y económico, sino en la cooperación,  colaboración e integración de estos cuerpos disciplinares y saberes para la construcción de un mejor mundo que el que hasta ahora está plasmado en la  idea base de la sustentabilidad.

La educación ambiental intenta entender y aprehender gracias al estudio complejo de la realidad para reaprehender, reconstruir y reapropiarse el mundo, gracias a cuestionar un estilo de desarrollo que pondera lo observable, medible y la rentabilidad económica con su lógica de inmediatez y ganancia, enfrentando simultáneamente otros objetivos y valores.

La educación ambiental es un novedoso campo de conocimiento el cual ha irrumpido definitivamente en el hecho educativo a partir de las últimas tres décadas tratando de dar respuestas a la crisis poliédrica  que nos impacta a nivel global.

A decir de Meira y González (2009) el campo de la educación ambiental es poli-discursivo, multi-referencial en la que confluyen teorías, categorías y formas distintas de entender lo educativo y lo ambiental; de los enfoques más instrumentales a los más críticos, el amplio espectro que va de la ecología profunda a la socio-ambiental. La educación ambiental puede ser entendida como analogía de una red: espacio de lucha y posibilidad de reconstruir la malla de relaciones entre los seres humanos y entre estos y su ambiente, por lo que tiene un sentido científico, pero también político.

Es misión de esta educación entender la realidad como una compleja articulación de la conceptualización de los campos social (considerando sus implicaciones) y natural (y su complejidad) como entidades evolutivas e históricamente construidas. Entender para comprometerse e intervenir en su modificación.

El principio rector de la Educación Ambiental es el mejoramiento de la calidad de vida de los humanos y de las especies que de hoy y mañana, lo que requiere una transformación de los valores educativos predominantes en nuestro mundo.  Lo anterior hace inminente el desarrollo en cada persona  de conciencia de los procesos e interrelaciones de los medios naturales y culturales, para la protección y conservación que nos lleven hacia la solución de los problemas ambientales.

Por lo tanto la educación ambiental debe tomar en cuenta las condiciones de producción, distribución, consumo  y reproducción del mundo actual para modificarlas. Sorhuet (2006) relaciona lo anterior de la siguiente forma:

“la educación ambiental es la herramienta clave para   trabajar a favor de la modificación del actual modelo no sustentable de desarrollo humano, basado fundamentalmente en un modelo económico reñido con la sostenibilidad. El abordaje científico de la realidad debe considerar su complejidad y la transdisciplinariedad con apertura y tolerancia.”

Nosotros pensamos, en resumen, que la educación ambiental es, en distintas escalas y tiempos: un proceso educativo, no exento de politización, que modifica junto al otro el espacio vital y lo convierte en construcción social-colectiva, interdisciplinario en la búsqueda de un mejor mundo con la promesa permanente un distinto mañana para la especie humana con relación armónica y equitativa del hombre con la  sociedad que le toca vivir y transformar, así como con el entorno natural; lugar de encuentro de la ciencia y la pedagogía con la participación social reflexiva, crítica y propositiva, considerando siempre la limitada capacidad de carga de los ecosistemas; es además, una resistente red educativa en todos los ámbitos que se debe seguir  creciendo cada día más para, contener, convencer, contagiar, atrapar, comprometer, revertir y estructurar alternativas; movimiento ciudadano ambiental planetario que tendrá como meta seducir en su contundencia, certeza y esperanza; es finalmente también un profundo acto de fe en la vida y la humanidad y, al menos para algunos, sentido de existencia. Es, por último,  toma de posición política, para influir en la toma de decisiones.

Noam Chomsky (1994) ha definido que una sociedad es democrática en la medida en que sus integrantes tienen la oportunidad de participar en la definición de las políticas públicas.  Anterior a esta definición en el Artículo tercero de nuestra Constitución Política de 1917, se establece un marco fundamental: entender a la democracia como un estilo de vida.

Desde hace algunos años la Unidad 095 y en particular el Programa Académico de la Maestría, se ha guiado por esos preceptos democráticos que precipitan al bien común, como un ingrediente esencial del clima y el desempeño laboral. Por lo que me es imprescindible en este momento rendir mi primer tributo de la mañana a la Micro-bióloga, Maestra en Ciencias Juana Josefa Ruiz Cruz, que jugó un destacado papel de contención- cual Gattuso o Torrado- de la Unidad durante más de un lustro. El que estemos aquí también se lo debemos a ella, Juanita estás en nuestro corazón y afecto. Los que trabajamos en la unidad vimos como lo ambiental se te fue adhiriendo al alma.

También a los dos Padrinos, tan diferentes, humanos, alegres, vivos, inteligentes y seductores, ambientemente hablando, que se han puesto el overol UPN durante años, en investigaciones, clases, prácticas, talleres, congresos, artículos, revistas, libros y piezas claves en los dos Coloquios Nacionales de Educación Ambiental que hasta ahora llevamos: Os y Miguel muchas gracias por el pasado y por lo que nos resta de vida en este planeta.

Nancy llegó a la Unidad en 1994, deseando ser estudiante de la Maestría en Educación Ambiental. Yo la entreviste y la última pregunta que le realice fue si, de ser aceptada no estábamos perdiendo una excelente maestra rural. En la respuesta que me dio encontré determinación y sentido del Programa que tengo la suerte de Coordinar; la Maestría en Educación Ambiental  cristalizaba un sueño de formación, superación y transformación de los docentes de México. La décima generación decidió hace muchos meses que llevará el nombre de la maestra Nancy, para siempre, con ello se cierra el ciclo de profesores de tiempo completo que hemos sido honrados con esta distinción, que surge de abajo, de la raíz que son los alumnos del programa.

 La Unidad 095 decidió que la Mtra. Nancy Benitez  fuera su directora, en forma democrática, no en forma autoritaria. Este hecho subrayó lo que para muchos de nosotros era ya una realidad: Nancy es uno de los orgullos de este Programa Académico, dado que sintetiza la trayectoria y evolución de nuestros egresados.  Ahora ya no como aspirante sino como funcionaría le tocará defender al Programa Académico desde otra trinchera.  Nancy: eres ya la primera directora de la 095 hecha totalmente en Azcapolanco.

Voy a continuación a calificar (quise decir;  cualificar) por penúltima vez a los graduados de la décima generación. La última será si tengo el placer de estar en se examen de grado. Será por riguroso orden alfabético, como no les pasaba lista los viernes:

Alcocer, luminosa bióloga que ha empezado a ser educadora ambiental. Ileana: Si rompes el cordón umbilical de tu muy respetada disciplina de origen grandes cosas te esperan como educadora ambiental.
Paty, perseverante, tenaz y luchona, nos vamos extrañar después de la convivencia escolar de la licenciatura y el posgrado. Gracias por la película Esperando a Superman y por aquel libro de Michael More: Estúpidos hombre blancos.
Andraca, lo que te prometes lo logras, la promesa de la educación ambiental está a la altura de los pequeños que te escuchan todos los días en el barrio de Tepito o en cualquier preescolar del mundo.
Pedro, desprendido, sincero, crítico, rockero, autentico y solidario. Creciste en medio de todo esto y de todo esto nos llenaste a mares.
Isadora, te desarrollaste a contracorriente en el Programa. Es bueno; ese es tono de la educación ambiental.
Caute, del Conalte a la sustentabilidad, clara, directa y humana, no cambies.
Edith, sensible y afable. Perdiste una Dirección por negarte a navegar de a muertito, hoy la vida te devuelve una profesión vital.
Roderick, los mejores amigos se conocen en un Congreso o en un posgrado. Un día de agradeciste al finalizar una clase, hoy te regreso  el agradecimiento por tu paciencia y constancia.
Silvia, un día nos preguntamos si esta Maestría serviría para militantes de Organizaciones no gubernamentales; en Papantla, nos demostraste que si, con campesinos que nos enseñaron el ABC de la sustentabilidad.
Daniel, cuando llegaste habías terminado una Especialidad en la Unidad Ajusco. El último día de clase colocaste sobre mi escritorio tu primer borrador de tesis. Eres muy talentoso y trabajador y me dices que tienes un ejemplo que te guía, el cual sin duda, donde quiera que este hoy tiene una sonrisa orgullosa que te acompaña.
Sandra, me gusta como encaras la vida. Eres semilla que pronto será árbol.
Tere, eres el ejemplo de lo que da formarse a conciencia; ver tus cambios cotidianos, fue como ver el aire caliente sobre globo que se eleva y escapa al cielo.
Mishel, también gracias a ti en la educación privada la educación ambiental dejara de ser ñoña, superficial y certificadora para alcanzar otro estatus; transversalizar con toda su energía las prácticas cotidianas.
Alejandra,  con frecuencia tu cerebro acelera y tu voz pausada o tu escrito lo obliga a detenerse; a explicar y apropiarse del mundo para siempre. Desde el primer día del Diplomado hasta hoy nos sorprendiste gratamente, síguelo haciendo entre la literatura y el ambiente.

Lucy, nuevos retos en tu vida te obligarán a la formación continua y a no claudicar en las metas en que te sueñes.
Jesús, entre los números, las empresas, la política municipal y ahora los niños te abriste un espacio para terminar este proceso. No lo dejes y espero siempre tenerte cerca, gestionando y produciendo.
Nicanor, trayectorias apasionadas y contradictorias: de la literatura hard a la denuncia ambiental con argumentos. Del ejército al preescolar. Del anarquismo a la educación ambiental, ojala entre todo eso ya tengas la identidad sólida que a veces asoma en tu discurso.
Santacecilia, buena congruente y trabajadora: la maestra que todos quisiéramos tener.
Julián, tu sencillez y bonhomía, te hacen pertenecer al campo por meritos propios. Nos urge gente como tu.
Analí, eres linda, proactiva y te entregaste a tu formación con una determinación inigualable. La educación ambiental necesita muchas como tú.
Armando, siempre cuento la intimidad que me confiaste: no escribías sino recados a tu padre: ya me voy, voy a comer. En la Revista de Investigación Educativa Latapí en la cual aparecerá tu artículo te define como lo que eres ya: la realidad juvenil más importante, por debajo de los treinta años, que tiene la educación ambiental del país. El tiempo me dará la razón, pero en lo que llega, nos tienes que contar del uso sustentable, del agua y las tazas en la secundaria: creo que has encontrado un nicho y tienes que hacerlo progresar entre los adolecentes de la educación media.
Claudia, la demostración de se puede ser notable directora, maestra, madre de familia, emprendedora y estudiar por las noches en la 095. Creo, sí, que la gente se conoce también por sus frutos y de eso nos has compartido bastante.

Por último, les suplico dar un aplauso final  rotundo,  caluroso, potente y afectivo a esta notable Décima Generación, generación X o Mtra Nancy Benítez, que a partir de hoy son los elegidos para  tocar el concierto de la resistencia y la utopía, hasta el fin de sus días terrenales, y en que tomarán la estafeta de educar ambientalmente a este país para transformarlo

Muchas gracias.