Mishel Yadira Martínez Gómez
El tránsito hacia la democracia y la sustentabilidad implican una nueva concepción y nuevas formas de apropiación del mundo; allí se definen nuevos sentidos existenciales para cada individuo y cada comunidad, trazando nuevas líneas de fuerza que atraviesan las relaciones de poder donde se forjan nuevos proyectos civilizatorios.
Enrique Leff
Introducción
En la construcción de nuevos aprendizajes y estilos de vida de la comunidad humana, se da un esfuerzo del pensamiento para lograr que las razones que construimos correspondan y coincidan con la realidad. Existe así, un juego entre verdad y error, donde se pone en juego el paradigma,[1] que impone un discurso para responder, en ese momento al interés, convicción, creencias y construcción de la realidad social.
Hoy, cuando se valoran los problemas ambientales como una realidad de la globalización económica; la didáctica y los contenidos de la educación ambiental, nos ofrecen una oportunidad para abordar la complejidad de estos problemas, cuestionando, re-aprendiendo, reflexionando e interiorizando el poder que posee para generar una transformación social.
El cambio de paradigma que ofrece el campo de la educación ambiental, se enfrenta al reto de conformar escenarios que generen espacios de participación social y fortalecer al mismo tiempo un sistema democrático que ejecute los objetivos de la educación ambiental.
I. Tradición autoritaria en nuestra sociedad
La construcción de una racionalidad social a lo largo de la historia mexicana, se ha conformado bajo una característica recurrente de autoritarismo; ya desde la época prehispánica y de una manera más acentuada desde la época colonial hasta nuestros días, el principio de autoridad se ha interiorizado y reproducido en instituciones de jerarquía absolutamente vertical, tales como: la familia, la iglesia y la escuela, donde desde nuestra niñez experimentamos que el que manda y se equivoca, manda dos veces, de aquí se desprende la conformación de una ciudadanía sumisa y conformista, que no exige el cumplimiento de sus derechos. “El planteamiento esencial que sostendremos se basa en el principio de que lo que distingue a la autoridad de otros tipos de poder es la circunstancia de que los recursos que permiten obediencia son valores que pasan a ser encarnados por normas o estructuras orgánicas que definen posiciones sociales, en las que son identificables ciertas áreas de competencia que contemplan facultades de mando” (Escobar, 1988: 179).
Refiriéndose primeramente al poder, como un concepto que caracteriza a las relaciones de dominación y lucha de clases en nuestra sociedad, será necesario revisar algunas de sus connotaciones para entender cómo lo hemos introyectado a nuestra estructura de pensamiento y cómo se encuentra presente en el conjunto de la vida social haciendo posible la eficacia operativa de las instituciones y grupos tales como la familia, la escuela y el propio Estado entre otros.
Para Weber (2005), el poder da la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia. León Duguit (2008) describe al poder político como la relación necesaria entre gobernantes y gobernados y que en menor o mayor mediada, nos ubicamos a veces como gobernantes y otras como gobernados. En Poulantzas (1998), este concepto se restringe a las relaciones de clase, como dominación y lucha entre estas, a la vez que su constitución es posible a partir de la existencia del Estado. Para Foucault (1989), el poder es una táctica instrumentada en mecanismos de dominación. Sin embargo debemos identificar que: “el poder es un elemento que se encuentra presente en la amplia red de relaciones sociales, cualesquiera que estás sean, siempre que en ellas se verifique la presencia de un sujeto activo que instrumenta la voluntad de otro pasivo” (Escobar, 1988: 30).
Ahora bien, existe un concepto semejante al de poder que es el de manipulación, “Este concepto podría diferenciarse de la figura específica de poder, por cuanto la relación social en que se produce se caracteriza porque el sujeto activo, a pesar de pretender instrumentar al pasivo y de lograrlo con su obediencia, no especifica en forma clara un mandato implícito y explícito, a través del cual exija del pasivo, la realización de la conducta pedida. Se trata, de una figura en la que el sujeto logra mediante engaño o manipulación intelectual que otro realice determinados actos de los cuales se desprende ventaja para él” (Escobar, 1988: 29). Es evidente que tanto el poder como la manipulación y, en ocasiones cada vez más frecuentes la violencia, están presentes en nuestra vida diaria, sin embargo era importante identificar en este análisis estos aspectos que definitivamente permean nuestras relaciones individuales y sociales.
II. Democracia contra el autoritarismo
En México estamos familiarizados con una organización jerárquica (económica, política, eclesiástica, corporativa), autoritaria vertical. Este principio de autoridad, que se reproduce en los hogares y en las escuelas, data desde la época prehispánica cuando el Tlatoani (el que habla) tenía la última palabra y tomaba las decisiones más importantes de la comunidad. Ahora, “la cultura de un país es la base del concepto de autoridad que prevalece en política (…) Autoridad significa ante todo la verosimilitud de una fuente de comunicación: sus mensajes serán creídos casi independientemente de sus contenidos. Si un académico se convierte en una “autoridad” sus opiniones serán creídas aun cuando se apoyen en débiles pruebas” (Deutsch, 1976: 238).
Ahora el discurso público[2] de nuestros políticos y comunicadores, tiene como característica la manipulación de la información, hasta llegar al grado de publicar o declarar mentiras apoyándose en indicadores maquillados; mismos que se confrontan a la información de académicos, científicos e intelectuales que contradicen tales aseveraciones. Debemos comprender que para ellos esta es la única vía de gobernabilidad y que “el poder del capital les permite dirigir la opinión pública de modo indirecto, valiéndose de las cajas de los partidos políticos y de los periódicos, del cine, de la radio y de otros muchos medios de influir en las masas, con lo cual adquieren un enorme poder político” (Heller, 1934:154).
Basta recordar como ejemplo la seudoepidemia por Influencia AH1N1, en la cual el 24 de abril del 2009, con un discurso prefabricado salió el Presidente Calderón e impuso su autoridad haciendo un decreto de una alerta sanitaria, sin consulta de la ciudadanía y de los especialistas en el tema. Esta emergencia sanitaria, exhibió fallas en toda la estructura política de México y se evidenció la manipulación por parte de nuestros gobernantes y políticos.
Es verdad que el poder reside en las instituciones de los gobiernos, sin embargo debemos reconocer que también reside en la ciudadanía como institución dispersa y que tiene la posibilidad de activarse como un contrapeso de quienes gobiernan; siempre y cuando se fortalezcan los mecanismos para incentivar la rendición de cuentas de funcionarios públicos y legisladores.
Una de las cuestiones que debemos reflexionar como ciudadanos es que, cuando los servidores públicos juran representar los intereses de la sociedad y además hacen un juramento o realizan la toma de protesta en un acto público; en este acto palabras más palabras menos repiten lo siguiente: “si no fuere así que la sociedad me lo demande”. Este enunciado es tomado como condición para ejercer su función pública, por lo tanto existe el derecho de pedir la revocación del mandato o puesto de este servidor público si no cumple con su responsabilidad y función asignada.
En la actualidad observamos un tipo de ciudadano mexicano, que denuncia sus inconformidades y en menor intensidad se manifiesta, pero para nada exige. Además de no reclamar sus derechos, cada vez es más frecuente observar la violación de sus derechos a manos de las corporaciones policíacas, el ejército, las fuerzas de seguridad y algunos servidores públicos.
Sin embargo, no podemos generalizar, no toda la sociedad es víctima de estos abusos, “el sector social de escasos recursos, por las circunstancias que le rodean, se convierte en blanco fácil de violaciones de los derechos humanos” (Verde, 1993: 73). Tal es el caso de los indígenas, obreros, campesinos, mujeres, niños, ancianos, presos, periodistas y militantes de los grupos de oposición principalmente.
Resulta necesario, hacer una reflexión entorno a las causas del ¿porqué somos tan pasivos, dóciles y fieles al sistema que tanto criticamos? Tenemos interiorizada la idea de obediencia ante la autoridad, cuántas veces no hemos escuchado “las ordenes vienen de arriba”. Esto, traducido al lenguaje institucional, implica que no se pueden desobedecer, cuestionar y, mucho menos, cambiar. Si vienen de “arriba”, hay que acatarla, se esté o no de acuerdo, se entienda o no” (Ynclan, 2005: 85).
III. Para enfrentar al enemigo, hay que conocerlo
A nivel psicológico existen muchas respuestas para esta actitud de sumisión, “el individuo experimentaba el sentimiento de pertenecer a un sistema social y cultural estable en el que poseía un lugar bien definido. Su sumisión y lealtad a las autoridades existentes constituyan una solución satisfactoria para sus impulsos masoquistas… Lo que le faltaba en seguridad y agresividad como individuo, lo hallaba compensado por la fuerza de las autoridades a las que se sometía” (Fromm, 1947: 207).
La noción de hegemonía es imprescindible para comprender el tejido de dominación económica y política en nuestro país, entendiéndola como: “cierto orden en el cual es dominante un modo determinado de pensar y vivir. Al interior de ese orden predomina una visión del universo y la realidad que se difunde a la sociedad en todas sus dimensiones —políticas, sociales y culturales— impregnando con su esencia los gustos, los hábitos, principios políticos y éticos, y toda una gama de relaciones sociales, especialmente respecto a sus implicaciones intelectuales” (Gramsci, 1976: 39). Es aquí donde entra al escenario la escuela como un reproductor de la ideología hegemónica y un medio de control social, a fin de cuentas ese es el principal propósito de la hegemonía “lograr el consenso social y la legitimidad política de un régimen dado… la educación tiene una función importante para formar la conciencia de los ciudadanos, convencerlos del valor de pertenecer a una nación determinada, con valores históricos y rasgos sociales comunes” (Ornelas, 1995: 41).
Erich Fromm (1947:207) postula que: “La educación conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la espontaneidad y a la sustitución de los actos psíquicos originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos desde afuera. […] Los métodos son distintivos: varían desde las amenazas y los castigos, que aterrorizan al niño, hasta los métodos más sutiles, que lo confunden e inducen a hacer abandono de su hostilidad. El niño empieza así a eliminar la expresión de sus sentimientos, y con el tiempo llega a eliminarlos del todo”. Si bien, este tipo de relación anula prácticamente la identidad de los seres humanos, habría que analizar el impacto que tiene esta forma de relaciones en nuestras escuelas, porque llegamos a la conclusión que los docentes, tienen gran responsabilidad en la generación de esta pasividad cuidadana que inmoviliza y que representa un obstáculo importante para romper esquemas y asumir otras posibilidades ante las realidades de injusticia y desigualdad social.
Ahora, “la tensión política entre democracia y autoritarismo cobra vigencia en todo el sistema educativo, pero se manifiesta más patentemente en el aula… se supone que el autoritarismo inherente al sistema educativo acostumbra a millones de niños y jóvenes a recibir órdenes, a ser puntuales, disciplinados y aceptar la jerarquía social imperante… el autoritarismo del SEM es ineficaz y que más que contribuir a formar personas disciplinadas y competentes, reproduce rasgos de irresponsabilidad y apatía” (Ornelas,1995: 24).
En este sistema donde todo se compra y todo se vende, tenemos claro que la educación no tiene un precio de mercado, sin embargo, a pesar de tener claro que la educación debe ser integral, en “la educación mexicana se encamina principalmente a reproducir habilidades y destrezas para el desarrollo económico” (Ornelas,1995: 49). Además, se generan intolerablemente situaciones de extrema desigualdad, pobreza, marginación y violencia solo por mencionar algunas, actualmente cada vez son más voces que reclaman alternativas, cabe mencionar que los movimientos revolucionarios han surgido de situaciones de injusticia y miseria.
Ya es una tradición que las políticas educativas en México, surjan por imposiciones políticas y no por las necesidades reales de la población “ocurre cada sexenio en nuestro país y lo apoyan oprimiéndolo, con proyectos que terminan al final de cada periodo de gobierno, para ser sustituido por un lema o consigna (reforma, revolución, modernización) que al instrumentarse demuestra que una propuesta siempre será débil cuando no tienen el consenso de los que deberían ser aliados en la trinchera del salón de clase. El verticalismo y el centralismo son deformaciones con las que los maestros han aprendido a vivir” (Ramírez, 2000: 10). Bajo este sistema, nadie se escapa. “El profesor también es tocado por el autoritarismo institucional; mientras él lo ejerce con los adolescentes, lo sufre con las autoridades” (Ynclan, 2005: 84), así nos encontramos atrapados en un círculo vicioso del que somos juez y parte. Lo más triste es que dejamos de ser auténticos y formamos vínculos falsos, tanto docentes como alumnos simulan situaciones y se instalan en papeles protagónicos que muchas veces carecen de autenticidad. “Una serie de rituales de simulación y prácticas rutinarias signadas por el autoritarismo… tanto alumnos como alumnas simulan poner atención a determinada clase, al permanecer quietos y callados” (Ynclan, 2005: 77).
Una corriente teórica que propone la transformación del trabajo dentro de las escuelas, es la pedagogía institucional, la cual se funda sobre la idea de la superioridad del aprendizaje sobre la enseñanza. El reto es provocar en los alumnos un aprendizaje autoiniciado lo que sin lugar a dudas daría paso a aprendizajes significativos. “El profesor dispone de muchos medios para poner su saber a disposición del grupo que lo solicita. En el régimen no directivo, donde la confección de los programas y la elección de los temas dependen en gran parte de la decisión de los alumnos, el profesor se verá obligado a multiplicar este tipo de intervención” (Hameline,1995: 56)
Cabe resaltar que la relación autoritaria “educador-educando” donde el docente se conforma como un experto, transmisor de conocimientos; se contrapone a la pedagogía autogestiva[3], que bajo la orientación libertaria, desarrollada por Freinet (1969) “el educador se transforma en <<consultante>> del grupo en formación. Ya no se trata de obedecer y seguir los lineamientos rígidos de la enseñanza prefabricada, se trata de que en colectivo se piense y el conocimiento sea vivencial”.
Esto a pesar de “la imposición de los planes y programas una practica que deja de manifiesto el desprecio a las capacidades del profesor y la concepción que tiene de este como simple ejecutor” (Ynclan, 2005: 86) Ante esta situación, nos queda la imaginación, el coraje, la audacia y el pensamiento utópico, para encontrar caminos alternativos de acción, como señala el Mtro. Tonatiuh Ramírez, “tomemos las escuelas en nuestras manos” y reconozcamos nuestra valía y poder de transformación social.
IV. Labrando esperanza con la educación ambiental
Una de las posibilidades de la educación ambiental es que ofrece un proyecto alternativo que no se limita a un sistema escolarizado o institucional, el abanico de posibilidades se abre para atender a toda la población; en espacios de trabajo con adultos, gestores, comunidades indígenas, agrupaciones sociales, partidos políticos, grupos juveniles, medios de comunicación, etc.
México es un país biodiverso y multicultural, por ello surge la necesidad de buscar respuestas propias y específicas para las condiciones singulares de cada región. La nueva ética, debe sustentarse en nuevos paradigmas educativos y sociales que otorguen el reconocimiento de la heterogeneidad de los seres humanos, ”la lucha por la democracia consiste, principalmente, en la disposición a dar cabida, cada vez más, a nuevos agrupamientos e intereses en el régimen, así como en la de lograr que cada uno de ellos tenga la mayor representatividad política, y en la voluntad de establecer alianzas y relaciones que propicien la amplitud creciente de los espacios de participación” (Villa,1988: 32).
Así, los valores adquiridos confluirán hacia nuevos estilos de vida personal y social, “será el cuerpo docente el encargado de instrumentar las modificaciones, orientaciones y énfasis educativos necesarios para desarrollar acciones pedagógicas vinculadas con lo ambiental, que permitan generar en los estudiantes una nueva visión y consciencia del mundo y de ellos mismos en convivencia con la naturaleza y con quienes habitan en ella” (Arias, 2009: 105) donde se manifiesten en un mundo sin injusticias y sin desigualdades, en un mundo democrático que no quiera agotar ni destruir sus recursos naturales. Mismos ideales son los cimientos de la construcción de la sustentabilidad, que identifica la necesidad de “desconstruir las estructuras teóricas e institucionales, las racionalidades e ideologías que propician los actuales procesos de producción, los poderes monopólicos y el sistema totalitario del mercado global, para abrir causes hacia una sociedad basada en la productividad ecológica, la diversidad cultural, la democracia, la diferencia” (Leff, 2008, 73).
Por ello, la base para la educación ambiental, se erige en los valores de la convivencia y de las prácticas democráticas; el diálogo es fundamental para abordar los problemas comunes de nuestro tiempo. La problemática ambiental, requiere la elaboración de juicios críticos y la participación colectiva.
Un ejemplo de una nueva estrategia pedagógica para abordar la educación ambiental, es la comunidad de aprendizaje, “esta se basa en la puesta en marcha de un proceso de construcción colectiva de conocimientos y de competencias, desarrollando capacidades de reflexión crítica, compartiendo saberes (cotidianos, científicos, tradicionales y otros), buscando su complementariedad, compartiendo experiencias y recursos, trabajando en torno a intereses comunes” (Orellana, 2001: 48).
Los recorridos de la educación ambiental convergen en el desarrollo humano, con una visión humanista que pueda ser asumida por la persona en vista a su autorrealización y la de su comunidad. Esta educación busca, entre otras cosas “prepararse para la construcción de una nueva racionalidad; no para una cultura de desesperanza y alineación, sino al contrario, para un proceso de emancipación que permita nuevas formas de reapropiación del mundo” (Leff, 2000: 48).
Ahora bien, siendo realistas, la educación ambiental abre terreno sembrando autoconciencia y dando la posibilidad de colaborar conscientemente para construir un nuevo cuerpo social, sin embargo todavía encontramos que se vive con una gran dosis de inconsciencia, aunada a una deshumanizante era de consumismo feroz, donde el hedonismo, narcisismo, individualismo y desinterés político, caracterizan este momento histórico.
En la construcción del nuevo paradigma, los educadores ambientales tenemos que fortalecer la socialización y democratización de los procesos de enseñanza-aprendizaje, además de asumir el reto para promover “la legitimación de nuevos valores, de nuevos derechos y de nuevos criterios para la toma de decisiones colectivas y democráticas; de nuevas políticas públicas y arreglos institucionales; de un nuevo contrato social con la naturaleza” (Leff, 2008: 29). Ahora, la sustentabilidad nos brinda la posibilidad de un futuro posible donde el “nuevo paradigma ambiental, plantea que los seres humanos nos consideremos como parte del mundo natural, sujeto a reglas que lo rigen y mantienen su equilibrio […], la actitud ambiental incluye un componente de compromiso […], que ejerce una influencia positiva sobre la persona para que ponga en práctica comportamientos proambientales” (Losada, 2007: 51).
En este aspecto de la formación de la persona, los educadores debemos predicar con el ejemplo, cuidando de no caer en reproducciones del modelo autoritario educativo. La práctica educativa debe reforzar la libertad de expresión, promover el pluralismo para formar ciudadanos razonables, prudentes, solidarios, tolerantes y a la vez demandantes de sus derechos. No se puede prescindir, de la teoría, de los conceptos y de la reflexión intelectual. Pero no se puede quedar solo ahí, necesitamos promover valores y comprometer a los discentes, a la toma de decisiones con un sentido humano, todos estos ideales impregnados en la educación ambiental.
Referentes Informativos
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Deutsch, Karl (1976). “Política y gobierno: cómo el pueblo decide su destino”, Fondo de Cultura Económica, México
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Escobar, Miguel. (1988) “Contribución al estudio del poder”. Vol. 1, Ed. UNAM, ENEP, Acatlán, México.
Foucault, Michel. (1989). "Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión". 16a. edición. Siglo XXI editores. México.
Freinet, Celestin. (1969). "Técnicas Freinet de la escuela moderna". Siglo XXI editores. México.
Fromm, Erich. (1947 primera edición) “El miedo a la libertad”. Paidos. México.
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Leff, Enrique (2008) “Discursos Sustentables”, Ed. Siglo XXI, México.
Losada, María (2007) “Aproximaciones psicosociales a la Educación Ambiental” Servizo de Publicaciones, Universidad de Coruña. Coruña.
Orellana, Isabel. (2001) “la comunidad de aprendizaje en educación ambiental. Una estrategia pedagógica que abre nuevas perspectivas en el marco de los cambios educacionales actuales”; en Tópicos en Educación ambiental No. 7.
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Verde Cuenca, Alfonso, (1993), “Constitucionalización de las comisiones estatales de derechos humanos”, en Memoria del Simposio: Experiencias y perspectivas de los organismos estatales de derechos humanos y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México.
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[1] El paradigma efectúa la selección y la determinación de la conceptualización y de las operaciones lógicas. Designa las categorías fundamentales de la inteligibilidad y efectúa el control de su empleo. Los individuos conocen, piensan y actúan según los paradigmas inscriptos culturalmente en ellos (Morin, 1999).
[2] El discurso es una práctica enunciativa que transmite información y efecto de significado en función de sus condiciones institucionales, ideológico.culturales e histórico-coyunturales, las que determinan lo que puede y debe ser dicho, así también como el cómo” en Regine Robin, Histoire et lingüistique, Armand Colin, Paris, 1973, p.34.
[3] En la pedagogía tradicional, el educador transmite un mensaje al grupo de los educandos, controla la adquisición y la memorización de conocimientos. En la autogestión pedagógica, el educador se transforma en consultante que se encuentra a disposición del grupo (para los problemas de método, de organización, o de contenido). En Lapassade, George. “Tres concepciones de la autogestión. En Antología: Corrientes Pedagógicas Contemporáneas. Licenciatura en Educación Plan 94. UPN, 1995, México.
Me parece unna excelente crítica y comparación de como las relaciones de poder pueden manipular según sus intereses a los seres humanos y como a lo largo de la historia esto ha afectado al planeta.
ResponderEliminarPara evitar el autoritarismo es importante fomentar el diálogo que implica la explicitación y confrontación de pensamientos distintos, pero estar dispuestos a dialogar es también tarea educativa.
ResponderEliminarQue gran verdad Lic. me impacta en especial este texto: Si un académico se convierte en una “autoridad” sus opiniones serán creídas aun cuando se apoyen en débiles pruebas”. creo que por eso es tan importante informarnos muy bien sobre lo que enseñamos y si algo no lo sabemos bien es mas humilde reconocerlo y comprometerce a averiguarlo para no caer en el error, solo por ser la "autoridad".
ResponderEliminarGracias Lic.