1 de abril de 2011

La educación ambiental como invocación del espíritu humano

Nancy Virginia Benítez Esquivel



Para la Décima Generación de la Maestría en Educación Ambiental, con gratitud, confianza y respeto.

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
MS

Hace diecisiete años, siendo una novata maestra y directora de una escuela rural en San Miguel de Allende, imaginaba  la posibilidad de continuar mis estudios. Este sueño fue siendo posible cuando un domingo de visita a la casa de mis padres, mi papá me dijo: “mira, salieron las maestrías de la Pedagógica”. La que llamó mi atención, además de ser la más cercana a la casa paterna fue la de educación ambiental, decidí por ella gracias a los rudimentos adquiridos en esta casa de estudios, la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, de la que egresé en 1992, y en la que tuve una brillante maestra de esa asignatura: “educación ambiental”.

El día que la convocatoria indicaba como el primero para recibir documentos de aspirantes, ahí estaba yo, frente a las puertas de la Unidad 095, en ese tiempo ubicada en Lago Bangueolo y acompañada de mi hermana Rachel, esperando a que abrieran. Había decidido faltar a mi escuelita de Guanajuato para hacer este trámite y la puerta estaba cerrada. Pasó por ahí una buena persona que se apiadó de nosotros y nos dijo que no abrían los lunes. Tuve que sacrificar otro día de labores, en el que además estaba programada una junta en la supervisión. Entregué mis documentos sin problema, pero con la novedad de que mi escuela se quedó sin los arbolitos que dieron en la junta.

La entrevista fue toda una experiencia, pero el curso propedéutico que siguió lo fue aún más. Hace mucho tiempo de eso, pero recuerdo muy bien una escena que me gusta mucho contar: a partir de una lectura de Bachelard y de los comentarios que como grupo vertíamos sobre la modernidad y el relativamente joven discurso científico, el Maestro Tonatiuh planteaba que en la Edad Media había una respuesta para todas las cosas y esa respuesta era Dios. En la modernidad, esa verdad pasaba a ser lo humano. Las obras del Renacimiento más importantes son la Mona Lisa de Leonardo y el David de Miguel Ángel... otro pensador moderno que ya no recuerdo dijo que el hombre es la medida de todas las cosas y, seguía más o menos el planteamiento, la ciencia es ese ejercicio de la razón por el que la humanidad se aproxima a la verdad, poniéndose por encima de lo demás. Claro que, con la teoría de la relatividad de Einstein, la cosa es distinta. ¿Preguntas? Mi mano se estiró como si tuviera un resorte y de mi boca salió un “¿Qué sigue?”, “¿Cómo? preguntó el maestro “Sí, sí, si en la Edad Media era Dios y después fue el hombre, ahora, a partir de Einstein ¿qué sigue?” Con un poco de fastidio mis compañeros me reprendieron diciendo que él no se dedicó a eso, pero el maestro, conductor del curso y fundador de la Maestría me miró a los ojos y me dijo: “la espiritualidad, y es lo que vamos a construir”. Esa sencilla y contundente respuesta fue suficiente para que yo supiera que estaba donde tenía que estar, que esto es lo mío, que a esto sí quiero jugar. Esta fue y ha sido mi promesa.

Hoy, a tantos años del hecho y durante este trayecto, sé que valió la pena pedir permiso en mi plaza para estudiar la Maestría en Educación con campo en Educación Ambiental. Incluso valió la pena ir a renunciar a ella cuando, después de concluir los estudios, en 1996 el maestro Rincón me había ofrecido cuatro horas para fundar la efímera pero encantadora subsede de Cuautitlán, al lado de Lulú Márquez, Lupita Jiménez y mi gran maestro y Amigo Armando Meixueiro. Ya estando ahí, el Maestro Tonatiuh me invita a participar como adjunta en la quinta generación de esta maestría, justamente en la clase de educación ambiental, ése nuestro campo en construcción.

Comparto con ustedes estos recuerdos porque considero que hemos dado rienda a la promesa y hemos participado en la construcción del campo. De hecho, si me permiten, quisiera plantear que percibo que el campo de la educación ambiental se encuentra en el umbral de una nueva revolución parcial. En mi tesis de grado he propuesto que la educación ambiental ha vivido dos revoluciones hasta el momento: la que da origen al campo y la que se da partir de asociarlo a la sustentabilidad. Hoy me atrevo a pensar que la tercera revolución parcial se cimenta en la inclusión, en el reconocimiento y la recuperación de saberes ancestrales y de prácticas cotidianas así como en la necesidad de ‘hacer’ para dar sentido al ‘conocer’.

Una importante ola de agentes, que no se ha conformado con el planteamiento de que la educación ambiental debe apuntar hacia el desarrollo sustentable, sino que ha asumido el cometido de vehicular la sustentabilidad, se ha arriesgado a profundizar la idea de que el ambiente no es la naturaleza, sino la interacción entre ésta y la humanidad. No es que importe más la naturaleza, no es que importe más el ser humano. Lo que importa es que están relacionados, que interactuamos constantemente y que lo hemos hecho siempre. Esta interacción se transforma según el espacio geográfico y el pensamiento de la época, y por tanto es de carácter cultural. Si la crisis ambiental, civilizatoria es el efecto complejo de la imposición y el exceso del pensamiento moderno, hecho industria y ciudades, entonces el camino de la sustentabilidad se encuentra fuera de esta esfera y podemos ir a buscarla. No precisamente buscarla, sino encontrarla en cosmogonías y formas de vivir que aún se califican como barbarie, como ignorancia, como pobreza, como retraso, como subdesarrollo.

No sé bien si esta revolución es comandada por Lucie Sauvé, como una brillante luz que cuestiona la idea del desarrollo sustentable tan adoptado por occidente y por la ONU. No sé bien si es el pensamiento latinoamericano que, desde sus visiones liberacionistas constantemente recurre no sólo a su pasado indígena, sino también a su presente. No sé bien si es el reposicionamiento de África ante nuestros ojos o el ascenso del saber oriental, o si es el hecho de vivir en una globalización que acerca a las distintas partes del mundo para bien y para mal. Lo que sé es que en el II Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas académicos de Educación ambiental celebrado el pasado octubre en Teapa, Tabasco, una maestra de la Universidad Intercultural propone enseñar biodiversidad en el mercado de Villahermosa, Rodlfo López, caminante apasionado de la educación comunitaria está logrando que una universidad poblana reconozca en una ceremonia los saberes y oficios construidos fuera de la universidad. Con estos dos breves ejemplos entre muchos otros expuestos en ese evento, comparto con ustedes que en nuestro país, la educación ambiental se está haciendo realidad mucho más por la convicción de educadores que reconocen su realidad y se atreven a intervenir en ella confiando en su espíritu humano (o quizá humanizado por esta vía) aunque no cuenten con la formación en el campo, que a través de la investigación de escritorio desde la cual se quiere dictar la legitimidad. 

Sólo como dato comento que en el V Congreso de educación ambiental, celebrado en Montréal, Canadá en 2009, se plantearon como temas que dan cuenta de esta revolución: la educación sociocomunitaria, y el saber y las prácticas indígenas, que ocupaban los lugares 7 y 9 del programa. Para este año en Brisbane Australia, como segundo tema en la agenda está “Tejiendo la sabiduría del medio ambiente” que enfoca planteamientos como: espiritualidad, sabiduría en las prácticas cotidianas, conocimiento indígena, identidad ecológica, aprendizaje situado y etnopedagogía, por ejemplo.

Desde el propio punto de vista, en esta revolución parcial, hay algunas claves importantes:
    La primera es sin duda el asumir que el campo no es de quienes suponen ejercer la hegemonía y dictar las reglas. El campo no es una propiedad a reclamar, es una invitación a jugar y jugamos los que estamos dispuestos a hacerlo desde los propios saberes, preparaciones y aspiraciones. De hecho, me parece que en la tensión entre nvestigación e intervención, tendrán un mayor poder de conformación los mecanismos de tolerancia y comprensión movilizados más fácilmente por la herejía interventora que las defensas ortodoxas.
    Si yo creo que el mundo puede ser transformado a través de la educación y que es necesario hacerlo, entonces, como educador soy capaz de aventurarme a mi propia trasformación, que es quizá la única oportunidad de transformar el mundo.
    Además, esta vivencia de cambio se convierte en el más poderoso dispositivo pedagógico, pues implica el conocimiento del proceso educativo y posibilita el acompañamiento de las transformaciones de otros y otras. Este proceso conformará el corazón del capital cultural de nuestro campo.
    Otra clave, derivada de la anterior, está en reconocer que tiene mayor peso educativo el ejercicio del diálogo, la búsqueda de  empatía y la intención de comprender, que la crítica y la descalificación.
    De gran relevancia es la recuperación de la cotidianidad y de su conformación histórica, en cuyo análisis siempre está presente el modelo civilizatorio relación ambiental y la crisis, lo que permite vislumbrar las posibilidades de transformación.

En el contexto de esta revolución, me honra sobremanera la distinción que la décima generación de la maestría en educación ambiental ha tenido a bien conferirme, porque se han preparado para contribuir en la construcción de este campo.

Con mucho orgullo comento que gracias a su convicción interpeladora hemos profundizado en el proceso pedagógico, en pensar los contenidos de la educación ambiental y en las categorías de análisis de sus experiencias diseñadas, aplicadas y en proceso de evaluación a fin de participar en el diálogo espiritual que distingue a los educadores que, como ellos entregan su humilde pasión en el espacio educativo, que no siempre es el salón de clase. La promesa se actualiza. El espíritu que han forjado es el mejor anuncio para el campo y para la educación en su conjunto.

Para mí, quizá por el largo propedéutico que compartimos, además de los cursos respectivos y el taller de tesis, éste es un grupo de amigos a quienes quiero mucho y ofrezco lo que esté de mi parte para que continúen y concluyan sus trabajos porque en su caminar estará el de este programa académico, refrendando juntos la vocación de educar para transformar. 

Gracias.

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