21 de octubre de 2011

La vida en Villas de Loreto, Tultepec: Un ejemplo de la crisis ambiental/civilizatoria

Daniel Lara Sánchez*

Introducción: Uno de los 125 municipios del Estado de México
Autodenominado “La Capital de la pirotecnia”, Tultepec (cuyo nombre significa, en náhuatl, “en el cerro del Tule”) está ubicado al Norte del Estado de México dentro de la región socioeconómica XI. Su hidrografía la integraban el río Córdoba y el San José, cuyas aguas eran utilizadas para riego, pero como éstas ya se han secado, diversos canales de aguas negras son empleados para regar los sembradíos de maíz, frijol y legumbres[1].

Tultepec cuenta solamente con un cerro, llamado Otzolotepec, debido a que la mayor parte del municipio  se encuentra sobre una planicie, lo que contribuye a que existan cinco pozos de agua, que son los que suministran el agua potable a la población aunque, antiguamente, hace unos 20 o 30 años, muchos de los tultepequenses tenían  pozos particulares dentro de sus propiedades, donde podían abastecerse de agua sin problemas.

El municipio de Tultepec está, ahora, claramente dividido en dos: la parte semiurbana en las afueras y el centro, que al ser un lugar semirural, su economía está regida, principalmente,  por  actividades agropecuarias (siembra de maíz, frijol, sorgo y diversas legumbres y cría de ganado vacuno y bovino). Las empresas y actividades industriales son escasas: sólo Asfalto Industria y Nacional Constructora son las empresas ubicadas dentro del municipio.  Según datos del INEGI, el suelo de Tultepec se destina al uso agrícola en un 56.84%, pecuario 2.7%, industrial 2 %, urbano 31% y otros con el 7.4%[2].

Pero no sólo las actividades agropecuarias mantienen la economía de Tultepec, también hace lo propio la pirotecnia. Para lo cual diez hectáreas, ubicadas a las afueras del centro del municipio, han sido destinadas para la ubicación de 300 puestos que expenden material pirotécnico en el llamado Mercado de San Pablito. Pero muchas familias elaboran, de forma clandestina y en sus propios hogares, cohetes. La pirotecnia es tan importante en el municipio que a partir de 1992 se estableció una feria anual en el mes de marzo que tiene una duración de ocho días.

Un pueblo de costumbres
Tultepec es un pueblo de costumbres donde parecen coexistir dos enormes grupos sociales: las familias tradicionales que  han vivido en el municipio por siglos y que se ubican en el centro del mismo; y el resto de los habitantes llegados de otros municipios o estados y  que se encuentran a las afueras en los desarrollos urbanos. Son esas familias, conocidas y relacionadas entre ellas mismas, quienes mantienen la costumbre de vivir de la pirotecnia, de enseñar y producir música y dedicarse a la política (dominada por las familias Urbán, Portuguez y Luna).
 
                La coexistencia de estos dos grupos se debe a que la mancha urbana se extendió a lo largo de los años y los municipios próximos al Distrito Federal (Tlalnepantla, Naucalpan, Atizapán, etcétera) se hicieron insuficientes para acoger a la población que pretendía llegar a la capital del país (movida por diversas causas, principalmente socioeconómicas); así, municipios rurales como Tultepec, poseedores de terrenos para edificar desarrollos urbanos, se convirtieron en el foco de atención de algunas constructoras: GEO, Hogares Unión, Homex, Beta, Constructora y Promotora Tultepec y  Demevi. La población tradicional y costumbrista abrió sus puertas a grupos que se ubicaron a las afueras del municipio. De tal manera que si en el 2005 Tultepec contaba con 18,721 viviendas  particulares, en el 2010  ya eran 22,742 (con una población de 110,000 habitantes). En 2011, el número de habitantes  ha llegado a 143 mil.

                El aumento de la población no sólo significó la división entre quienes han estado presentes en el desarrollo histórico del municipio y quienes se han agregado a la sociedad tradicionalista del lugar, sino representó un notable cambio en el municipio, manifestado en:
a)      Creación de infraestructura necesaria para los nuevos desarrollos habitacionales: carreteras, escuelas, negocios, tiendas departamentales, transporte público, etcétera.
b)       Transformación social de un ambiente semirural a uno urbanizado: modificaciones a estilos de vida, diversificación de estructura familiar, entre otros.

Y lo más importante, la transformación del ecosistema: los grandes espacios dedicados a la siembra y al pastoreo se convirtieron en desarrollos urbanos;  las zonas verdes y ríos donde los niños jugaban dieron paso a calles y avenidas; al ser Tultepec un municipio de paso forzado de algunas aves migratorias  que llegan a la Laguna de Zumpango,  aledaña al lugar, los sembradíos donde llegaban a descansar se convirtieron en viviendas, ahuyentando a gran cantidad de aves; los pozos de extracción de agua fueron insuficientes  para abastecer a la creciente población. Al ser construidas más unidades habitacionales, se necesitó de la creación de más pozos exteriores que sirvieran para dar agua a la población que sigue creciendo.
Lucian Freud. Smietnik
Pero no sólo GEO y Hogares Unión  son las empresas constructoras que han visto en Tultepec el lugar idóneo para construir viviendas populares. Demevi (Desarrolladores Mexicanos de Vivienda), una empresa filial de GUTSA,  decidió  construir en este municipio su primer desarrollo habitacional: Villas de Loreto.

Villas de Loreto, “Espacios para la vida”
Villas de Loreto es un desarrollo Urbano integrado por 373 viviendas populares que se encuentra ubicado sobre la calle Francisco Sarabia sin número, en el Barrio de Santiago Teyahualco.  El lugar comenzó a construirse en el año 2006 sobre un terreno de 4 hectáreas que fungía como espacio de siembra y pastoreo de animales y en cuyo costado se encontraba un canal de aguas negras, abierto,  que servía para el riego de sembradíos en la colonia San Pablo de las Salinas.

 Demevi adquirió la propiedad y comenzó la modificación del terreno: los grandes árboles que bordeaban el costado Oeste fueron derribados; los sembradíos desaparecieron; y el canal de aguas negras fue entubado (pero aún es usado para riego). El espacio que por muchos años produjo maíz y que en tiempos de lluvia se llenaba de agua, acercando así a aves y diversos anfibios, se transformó en un conjunto urbano. Como no existía la suficiente agua potable para abastecer las necesidades de la nueva población, se reactivó un viejo pozo abandonado  ubicado afuera del flamante desarrollo.

 Villas de Loreto fue habitado, en su mayoría, por gente  que vivía en la colonia vecina: Real de Tultepec. La mayoría de estas personas, pertenecientes a la clase media baja, decidieron rentar sus antiguos hogares o venderlos y adquirir nuevas deudas con entidades financieras, ya que el vivir en Villas de Loreto parecía elevar su estatus social al tener casas físicamente mejor diseñadas, con espacios habitables de mayor distribución y un conjunto cerrado  con acceso restringido. Aunque tanto Villas de Loreto como Real de Tultepec son dos desarrollos de viviendas populares.  El resto de los habitantes del lugar proviene de más lejos, específicamente  diversos municipios y el Distrito Federal, quienes buscaban una casa propia y la encontraron en los “espacios para la vida” que ofrecía en su publicidad la constructora.

Felicidades por su casa nueva
A partir de 2007, los primeros habitantes de Villas de Loreto empezaron a llegar al lugar, a ocupar sus viviendas y a adaptarse a una nueva forma de vida, muchos de ellos con la ilusión no sólo de tener por fin una casa propia, sino también de vivir tranquilos  e incluso hacer nuevos amigos.

                Sin embargo, al poco tiempo de vivir en el lugar empezaron a suceder cosas extrañas para varias personas recién llegadas y que estaban acostumbradas a vivir en un ambiente totalmente citadino: la basura no la recogía un camión, sino unos adolescentes en un carrito de madera jalado por un caballo; al querer sembrar alguna planta en el pequeñísimo jardín con el que cuenta la casa, salían sapos vivos que al parecer llevaban mucho tiempo enterrados ahí; pero, en especial, lo que de inmediato llamó la atención de los nuevos condóminos (porque las casas de Villas de Loreto son propiedades en condominio) fue que el agua de la llave salía con un extraño color amarillento y un olor fétido y penetrante.

                De inmediato, empezaron las reacciones de todo tipo: físicas, cuando varios habitantes, sobre todo niños, comenzaron a tener fuertes problemas epidérmicos y respiratorios; psicológicas, cuando algunas personas entraron en pánico y predijeron que habría un envenenamiento colectivo; sociales, cuando vecinos se organizaron y acudieron a varias instancias privadas y gubernamentales (la constructora Demevi, el municipio, la CAEM, la UAM, laboratorios privados) para saber qué estaba pasando con el agua y qué podía hacerse al respecto.

                Durante ese proceso los vecinos organizados supieron varias cosas: que Villas de Loreto se había construido no sólo sobre lo que era un terreno de sembradíos, sino también sobre un canal de aguas negras para riego; que la calidad del agua, ciertamente, no es “apta para consumo humano”, según la CAEM (Comisión de Agua del Estado de México); que para solucionar el problema habría que instalar en el nuevo pozo que abastece al desarrollo filtros que son carísimos y que nadie, por supuesto, estaba dispuesto a pagar. El fin de esta historia es que, como suele suceder en México, no se hizo/hace/hará nada y las cosas siguen igual… ¿por qué?

 ¿El problema de fondo es verdaderamente la calidad del agua?
La construcción del desarrollo urbano de tipo popular Villas de Loreto obedece a un modelo de desarrollo (curiosa paradoja) que pugna por la occidentalización de todas las formas de vida sociales; modelo que ha llevado a los gobiernos municipales, estatales y federales (no sólo de este país, por cierto) a autorizar la construcción de unidades habitacionales urbanas en lo que eran zonas de vida rural para obtener beneficios económicos y políticos (votos) sin importar el impacto ecológico y social de tales construcciones.

                “La elevación de los niveles de vida puede así estar vinculada a la degradación de la calidad de vida”, afirma Edgar Morin (1993:101). Las constructoras de estos desarrollos de vivienda, junto con las autoridades y el propio modelo civilizador que se ha impuesto durante las últimas décadas en las sociedades posmodernas nos dicen que vivir en estos lugares es elevar la calidad de vida. Que la vida urbana debe extenderse e ir eliminando la “atrasada” e “incivilizada” vida rural. Que necesitamos una casa propia, cercana a lugares de entretenimiento y almacenes comerciales y áreas verdes artificiales. Pero, ¿es cierto?

                Nosotros pensamos que no. El problema de la calidad del agua en Villas de Loreto, que puede llegar a traer consecuencias más graves en la salud de sus habitantes, es sólo la punta del iceberg. En el fondo está el modelo civilizatorio neoliberal con todas sus consecuencias, que pueden resumirse en una palabra: crisis. Así, el problema del agua es consecuencia de una crisis ambiental que a su vez es consecuencia de una crisis civilizatoria. Una vez más, en palabras de Morin: “crisis del desarrollo, crisis de la modernidad, crisis de todas las sociedades (…) arrastradas en un devenir ciego, movidas por la dialéctica de los desarrollos de la tecnociencia y de los desencadenamientos de los delirios humanos (…) no hay un solo problema vital, sino varios problemas vitales” (1993: 114).

                Como hemos visto, Tultepec cambió su ambiente de una vida rural (en 2007 aún era común ver en las calles de las afueras del municipio personas con sus vacas y ovejas; ahora ya no) a una urbana. Cerca de Villas de Loreto no hay mercado tradicional, pero sí un Soriana y un tianguis que se pone tres veces a la semana y donde se vende más piratería y productos suntuarios que para la subsistencia. Es decir, siguiendo la “alegoría del pastel” de Víctor Toledo, en Tultepec se pasó de estar en la parte de en medio a estar en la parte de arriba, lo que ha generado “procesos destructivos de su base material” (Toledo, 1992:36).

                Villas de Loreto y el municipio de Tultepec en su conjunto son muestras de esta crisis estructural generada por el modelo de civilización que el mismo Toledo define como “un modelo altamente centralizador que privilegia el sector urbano-industrial (el cual parasita al sector rural y éste a su vez explota o depreda al sector natural)” (1992:38).

                Esto nos lleva a pensar que el problema de la calidad del agua en Loreto es mucho más grande de lo que parecía.

La crisis civilizatoria en la mentalidad
Los problemas ecológicos en Villas de Loreto no sólo son difíciles de resolver per se, sino que además se han agravado por otro aspecto en el que también se refleja esta crisis estructural: la mentalidad.

                Como se dijo más arriba, muchos de los habitantes actuales de Loreto vivían en la colonia vecina, Real de Tultepec, y a decir de varios de ellos mismos, el cambio de entorno les ha dado mayor estatus y hoy ven con otros ojos a quienes habitan en su antigua colonia. Ahora, varios de ellos aseguran vivir en una “zona residencial” y por lo tanto exigen que los servicios del desarrollo sean de primer mundo. Entre algunas historias para el anecdotario de Villas de Loreto están: quienes se oponían a que hubiera postes de luz al interior del desarrollo porque “son peligrosos y se ven feos”; por la misma razón, están quienes se oponen a que Telmex ofrezca sus servicios con la consecuencia de que no se cuenta con telefonía ni internet en el lugar; quienes querían, a la entrada de la unidad, una caseta de vigilancia nueva y bonita para que la vieran sus invitados; quienes no quieren negocios al interior de la unidad porque dan “mala imagen”; quienes se oponen a que entren los camiones de gas y otros servicios porque “maltratan las calles”; quienes critican a los que se atreven a colgar ropa de manera visible porque “se ve corriente”… etcétera.

                 Esto ha ocasionado también problemas de convivencia al interior de Villas de Loreto. Predomina el pensamiento de “nadie tiene por qué afectar mi forma de vida”, el ver al vecino como enemigo porque es y piensa diferente, el llevar a cabo acciones sólo por molestar al otro, el oponerse y poner trabas a toda forma de organización vecinal. Esto origina que no se pueda hacer un frente común contra los problemas ambientales inmediatos, como la calidad del agua, o el que sea.

                La crisis civilizatoria es también, entonces, una crisis psicosocial, una crisis de mentalidad, que aísla a los individuos en lugar de unirlos. Morin es claro cuando señala que  el crecimiento económico y por lo tanto el modelo de desarrollo crea “un proceso multiforme de degradación de la psicoesfera, es decir de nuestras vidas mentales, afectivas, morales, y todo eso produce consecuencias en cadena y en círculo” (1993: 77).
                Entonces, ¿no hay esperanza en Villas de Loreto?
Final/Discusión: ¿Y entonces qué hacemos?
En la transición de estilos de vida que ha experimentado el municipio de Tultepec y de la cual ya hemos hablado, se han ido perdiendo prácticas y fondos de conocimiento que tenía la gente originaria del lugar. La división a la que nos referíamos más arriba entre el centro y la periferia del municipio ha agrandado la brecha entre los habitantes de ambas partes y, debido a la crisis psicosocial reflejada en la mentalidad mencionada antes, también hay boquetes de convivencia entre los propios recién llegados, específicamente en Villas de Loreto. Es un problema mayor, que pareciera no tener solución.

                Pero sí la tiene. Aunque no es fácil. De acuerdo con Toledo (2003:122) es necesario, para resolver la crisis ecológica global, modificar todo el modelo civilizatorio, lo cual luce como una tarea a larguísimo plazo y con esfuerzos titánicos.

                Sin embargo, algo que puede ayudar a empezar a cambiar las cosas es lo que el mismo autor define como “Desarrollo sustentable”, es decir, cambiar la economía global por una economía comunitaria, una democracia manipulada por una verdadera con autogobierno, autosuficiencia y autonomía local, luchar por la naturaleza y por la especie antes que por un modelo social en crisis (Toledo, 2003:113-114).

                En otras palabras: si los habitantes de Villas de Loreto son capaces de organizarse y hacer uso de sus fondos de conocimientos particulares y comunales, puede empezar a revertirse la situación al interior del desarrollo. Si estas personas pueden empezar a sacudirse el modelo civilizatorio de sus cabezas y comenzar a pensar en una vida sustentable, puede solucionarse no sólo el asunto del agua contaminada, sino mucho más, y construir un grano de arena grande para algo mayor.

                Pero, ¿cómo lograr el inicio de la construcción de esta visión que se antoja utópica? La respuesta es, como en muchos otros casos relativos a la crisis civilizatoria que vivimos... La Educación Ambiental.

                No entendemos, ni vemos, ni vislumbramos otra opción a la situación de vida en ese desarrollo poco desarrollado llamado Villas de Loreto.

Referencias
Morin, E. (1993), “La agonía planetaria”, en Tierra Patria, Barcelona, Cairos, pp. 75-119.
Toledo, V. (1992), “La cara oculta de la Luna. La perspectiva ecológica y los problemas del tercer mundo”, en UPN 095 (1994), Educación ambiental. Constitución de un objeto de estudio. Antología, México, UPN, pp. 58-67.
Toledo, V. (2003), “Modernidad y Ecología: las múltiples dimensiones de la crisis planetaria”, en Boada y Toledo, El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, México, F.C.E, pp. 113-136.



* Asesor de la UPN095 Azcapotzalco.

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