1 de enero de 2011

Una ofrenda universitaria a propósito de los tres años del Taller de Tesis

Nancy V. Benítez Esquivel*
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Mercedes Sosa
Es tradición de las culturas agrícolas (cuyas actividades nos son sólo agrícolas) el ofrecer a la Tierra los primeros frutos del trabajo, en diversos ritos que sintetizan la sabiduría perenne de que la especie humana no puede ni podrá bastarse a sí misma. Separar los mejores frutos para ofrendarlos y preparar el ánimo y la fiesta para ello es lo que da sentido a la vida comunitaria y lo que da vida a la cultura.
En este taller de tesis hemos tenido la oportunidad de aproximarnos a identificarnos como integrantes de la especie humana, a reconocer saberes propios de nuestro origen individual y a pertenecer a una comunidad universitaria, una especie de club de cultivadores (cultores) de ideas, escritos, páginas, argumentos, capítulos, proyectos de investigación, proyectos de intervención, tesis y hasta exámenes profesionales. Es por ello que cumplir tres años no puede pasar inadvertido para nosotros, a pesar de pasar por una época en que el tiempo escasea.
1. Lo primero que tenemos para presentar es la gratitud. Cada sesión concentra grandes cosas como la confianza de los asistentes, su esfuerzo de cultivo plasmado en letras, esquemas, presentaciones de power point, y etéreas dudas posibilidades y necesidades. Cada quién viene a vivir y compartir sus motivos y a construir en comunidad. Gracias a todos los que se aventuran a las tres horas de este taller cada jueves, renunciando o posponiendo tareas, familias, películas, amigos y encontrando, tráfico vehicular seguro.
Sin embargo, la realización de las sesiones tiene un sustento básico, el cual queremos agradecer: la posibilidad de contar con un salón, equipo y espacio horario, en la apretada agenda de la Maestría y la Unidad. Gracias a la Maestra Juanita y al Maestro Tonatiuh.
En este orden de agradecimientos, aprovechamos para saldar un pendiente. En mayo de este año tuvimos una mesa redonda sobre Crisis Ambiental, que confluyó con una petición de rectoría que dificultó la impresión de los reconocimientos a los maestros Oswaldo Escobar Uribe, Sonia Rosales Romero, Miguel Ángel Arias Ortega y Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán.
Asimismo, en septiembre pasado, tuvimos la colaboración con una sesión sobre Método Delphi, de nuestra compañera estudiante de la maestría: Luciana Míriam Ortega Esquivel.
2. Un ofrecimiento necesario es la creación conjunta. Esa multiplicidad de procesos y momentos inasibles que alimentan los latidos de los asistentes en sus diferentes espacios de convivencia, no sólo laborales. Nos referimos a las discusiones acerca de la identidad, la concepción de la crisis ambiental, la clave de la educación ambiental contenida en las tres esferas de interacción de Lucie Sauvé, las estrategias didácticas para el trabajo con adultos, profesores, niños de preescolar, primaria o secundaria, el valor de los fondos de conocimiento… De hecho, estos últimos han significado un impulso importante de reflexiones en torno a la educación ambiental y que nos han llevado a Papantla a escuchar a las comunidades indígenas, al salón de clases de Armando, a través del video y, muy especialmente a nuestros pasados y presentes familiares con el imperativo de reconocer las herencias de ancestral humanidad que portamos en las manos a pesar de nuestra mediatizada urbanidad.
Esta creación tiene como base algunas condiciones: la partida es la disposición a la escucha, la consecuente empatía y por supuesto, el diálogo que sólo en este caso puede ser fértil, pues fecunda, en primer término, la mirada (se ve como que dos elementos en alguna parte se conectaron), después se percibe en la expresión a través de la palabra, dentro del taller y se nutre de lecturas y palabras escritas, planteamientos en otros espacios y en el hacer educativo, y vuelve enriquecido a este taller. Proceso tan poético como el ciclo del agua.
3. También tenemos que ofrecer los avances de las tesis que, por mínimos que sean, han significado una transformación de sus autores. Hay quienes han logrado concluir el camino, como Gisela Pérez Mondragón, desde la licenciatura en educación, Ricardo Domínguez como pertinaz maestrante del año pasado, o María Rosa Monroy quien acudió a nosotros en la recta final de su trabajo. Asimismo están quienes le han impreso ritmo y cadencia (con la necesaria necedad) a sus trabajos, es el caso de Luis Gerardo Morelos que está muy cerca del final, Ramón Mejía y Francisco Vargas, tres egresados de distintas generaciones de la Maestría y los estudiantes que, además de caminar en la configuración de sus capítulos, sus proyectos y sus programas han cumplido la gran función de conformar un núcleo que contiene y conduce el taller.
Como parte de estos avances hoy sabemos que un proceso tan multifacético, y multicausal como el de hacer una tesis, necesariamente tiene sus etapas y sus momentos, que no están en la tesis sino en los sujetos: de una primera intención en la que la tesis es un enorme deseo tan denso como el humo y como él tan desfigurado, necesitamos pasarlo por la realidad de darle concreción a través de recortes y profundizaciones que ponen a la persona ante una amenaza y no se recuperan y vemos las fases de frustración, de recuperación del ánimo y de acopiar fuerzas para concluir. Sabemos que cada quien va decidiendo si avanza o continúa en la etapa… o se regresa. Aún con eso y sin mucho conocimiento terapéutico, acompañamos, acompañamos y acompañamos.
El nacimiento del taller fue posterior al primer coloquio de estudiantes y egresados de programas académicos de educación ambiental, el 25 de octubre de 2007. A partir de entonces hemos celebrado 97 sesiones y hoy, al regreso de la celebración del segundo coloquio es posible ver que hemos caminado en la construcción del campo de la educación ambiental y que en este camino hemos encontrado y generado recursos para seguir la construcción que más nos interesa: la del espacio cercano, la de la práctica del día a día, la de estar en el mundo y asumir así el reto de educar para transformar.
Gracias.
* Profesora de tiempo completo en la Unidad 095 D.F. Azcapotzalco de la Universidad Pedagógica Nacional.

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